EE.UU-Cuba: Cuba viene con un espíritu constructivo, tratando de acercar las posiciones de ambas partes

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En declaraciones a la prensa cubana que se encuentra en Washington para dar cobertura a la segunda ronda de conversaciones Cuba-EE.UU, Josefina Vidal Ferreiro, directora general de Estados Unidos del Ministerio de Relaciones Exteriores, aseguró que Cuba viene con un espíritu constructivo, tratando de acercar las posiciones de ambas partesque espera recibir respuestas a temas que deben ser resueltos para crear el contexto adecuado que permita formalizar el restablecimiento de relaciones y la apertura de Embajadas en ambos países.

Josefina Vidal aseguró que la exclusión de Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo, será un asuntoimportante a tratar mañana en estas reuniones y reiteró que la delegación cubana presentará una propuesta paradesarrollar un diálogo sobre el tema de los Derechos Humanos, un área en la que la Isla tiene mucho que mostrar.

Durante su estancia en Washington, la directora general de Estados Unidos sostendrá encuentros con representantes del sector empresarial, miembros del Congreso estadounidense y otras figuras interesadas en promover las relaciones bilaterales y un acercamiento entre nuestros dos países y pueblos.

( Tomado de http://cubaeeuu.cubaminrex.cu/ )

Cuba espera respuesta de EE.UU. a asuntos planteados en primera ronda

Cuba espera respuesta de Estados Unidos a su exclusión de la Lista de Países Patrocinadores del Terrorismo y al problema bancario de su misión en Washington, afirmó hoy aquí el diplomático cubano Gustavo Machín.

gustavo-machinEl subdirector general de Estados Unidos de la cancillería cubana aseguró en conferencia de prensa que eso es lo que espera su país de la nueva ronda de conversaciones entre las delegaciones de La Habana y Washington, a realizarse en la capital norteamericana el próximo viernes.

La delegación cubana asistirá a esta nueva ronda de conversaciones con el Departamento de Estado sobre el restablecimiento de relaciones diplomáticas y la apertura de embajadas con espíritu constructivo para dar continuidad a las conversaciones iniciadas en La Habana, en enero pasado, sostuvo Machín.

La parte cubana, precisó, confía en que recibirá respuestas a los asuntos planteados durante la primera ronda, que Cuba considera importantes para la creación del contexto apropiado con vistas al restablecimiento de relaciones diplomáticas y la apertura de embajadas de los dos países.

Indicó que esos temas son la exclusión de Cuba de la Lista de Países Patrocinadores del Terrorismo Internacional y la solución de la situación bancaria que enfrenta nuestra misión en Washington desde hace más de un año.

La delegación cubana insistirá, tal y como lo hizo en la primera ronda, en la observancia de los principios del derecho internacional y de las obligaciones emanadas de las convenciones de Viena sobre Relaciones Diplomáticas y sobre Relaciones Consulares entre los estados, señaló.

En particular, apuntó, lo referido al comportamiento del personal diplomático de respeto a las leyes nacionales y a la no intervención en los asuntos internos de los Estados.

Vamos a trasladar a la delegación norteamericana la importancia de iniciar esta nueva etapa de las relaciones bilaterales sobre bases sólidas y de respeto, reiteró.

Machín destacó que Estados Unidos aceptó la propuesta de la delegación cubana, de julio de 2014 y reiterada en enero pasado, de sostener un diálogo sobre derechos humanos.

«Mostramos satisfacción porque el Departamento de Estado aceptó nuestra propuesta de sostener este diálogo sobre derechos humanos y la delegación que está viajando a Washington lleva una propuesta para la concreción de este diálogo bilateral sobre bases de igualdad y respeto», aseveró.

El 17 de diciembre pasado, los presidentes de Cuba, Raúl Castro, y de Estados Unidos, Barack Obama, revelaron su decisión de dar pasos hacia el restablecimiento de las relaciones diplomáticas.

Con ese fin, el 22 de enero pasado, delegaciones de Cuba y Estados Unidos sostuvieron un primer encuentro en el capitalino Palacio de las Convenciones.

(Tomado de PL)

Cuba ha logrado aquello por lo que ha luchado durante medio siglo

Jorge Gómez Barata

GÓMEZ BARATA.13Ningún pueblo, en ninguna época, sin estar envuelto en alguna guerra enfrentó un acoso tan bárbaro, multifacético y eficaz como el bloqueo norteamericano a Cuba, tampoco ninguno lo sobrellevó con más estoicismo.

Resistir el bloqueo estadounidense, sobrevivir a sus efectos y desarrollar el país ha sido la principal batalla política interna del pueblo y la Revolución Cubana a lo largo del último medio siglo, mientras que su denuncia y condena es la bandera de la política exterior de la Isla.

La epopeya cubana fue respaldada por la solidaridad internacional y durante un largo período por la asistencia soviética. Recientemente, a su encuentro vino el realismo del único presidente norteamericano con la honestidad y el valor necesarios para reconocer que se trata de una política fallida, aunque olvidó agregar que es también injusta. Los resultados de tales esfuerzos fueron coronados por los anuncios del presidente Raúl Castro el pasado 17 de diciembre.

En cualquier caso se trata de la más relevante victoria política alcanzada después del primero de enero de 1959 y de un éxito que sirve de plataforma para nuevos avances, el principal de ellos, lograr el pronto restablecimiento de las relaciones diplomáticas, abrir los canales para el diálogo, adoptar iniciativas y promover medidas que contribuyan al rápido desmantelamiento del bloqueo.

Cuba ha logrado aquello por lo que ha luchado durante medio siglo, entre otras cosas el reconocimiento, el respeto, incluso el respaldo de importantes sectores de la opinión pública, la sociedad y las élites políticas norteamericanas, entre ellos, congresistas y senadores, líderes religiosos, empresarios, intelectuales y artistas, periodistas, ex militares y otros.

Entre los más importantes logros de ese empeño figura el desplazamiento de la comunidad cubana en Estados Unidos, que ha pasado del instrumento de la derecha y de la contrarrevolución que fue en el pasado, a posiciones de apoyo a la normalización de las relaciones entre el país que los vio nacer y aquel que los acogió y al respaldo de los elementos que, en difícil lucha, cuando dialoguero era un estigma, confrontaron el bloqueo.

No obstante, además de celebrar y consolidar las históricas conquistas alcanzadas y hacerlas irreversibles, es preciso dar nuevos pasos en la dirección de restablecer el intercambio comercial en ambas direcciones, impulsar las relaciones económicas de todo tipo, incorporar tecnología y gerencia avanzadas y auspiciar los intercambios culturales, académicos y  deportivos, actuando sin ingenuidad ni excesos de suspicacia, en estado de alerta pero sin temores infundados ni prejuicios.

Del mismo modo que en La Habana recibimos con apertura y madurez a congresistas y senadores, pesos completos de la política como Nancy Pelosi, intelectuales, empresarios y periodistas norteamericanos, es necesario también, tomar iniciativas y actuando con energía y creatividad, enviar a los representantes cubanos para que expliquen a la sociedad y las élites estadounidenses la situación del país, las opciones que se abren con las reformas, así como las posiciones y las políticas de la dirección revolucionaria.

Se trata de participar y de tomar la iniciativa, disfrutar de la victoria alcanzada, explotar el éxito y aprovechar las nuevas oportunidades, sin omitir ni exagerar los riesgos.

La idea de que mediante la paz y la normalización, Estados Unidos puede lograr lo que no alcanzó con el bloqueo y la agresión y presumir que la Revolución puede perder la batalla de ideas, no es una advertencia, sino una actitud fatalista. Allá nos vemos. 

La Habana, 25 de febrero de 2015

Eusebio Leal: «Ahora más que nunca hace falta la unidad de la nación»

(Versiones Taquigráficas-Consejo de Estado)

Querido General Presidente Raúl Castro Ruz;

Queridos compañeros Gerardo, Antonio, Ramón, Fernando y René;

Queridos compañeras y compañeros;

Cubanas y cubanos:

Foto: Jorge Luis González

Foto: Jorge Luis González

Un día como hoy, como se ha dicho, hace 120 años comenzó el levantamiento del pueblo cubano para alcanzar su definitiva y total independencia. El amor a esa libertad, a esa soberanía, a esa esperanza, se inició mucho tiempo atrás, quizás desde el instante mismo en que empezó a formarse lo que llamamos comúnmente la identidad. Los que llegaron de distintas latitudes de Europa, ya de la España conquistadora o del África, o los vestigios de las comunidades indígenas, en trance de extinción pero sobrevivientes, unieron sus sangres para formar algo que José Martí llamaría en palabras emotivas “dulcísimo misterio”.

El concepto de cubano viene del nombre de nuestra isla, Cuba. Nunca pudo ser cambiado, prevaleció por sobre el intento de darle otros nombres, otras atribuciones. El nombre, sonoro y breve, quedó prendido en el corazón de los que lo escucharon por vez primera.  Más allá del mar azul del Caribe, que se descubre desde la orilla de nuestras playas o desde el aire, Cuba aparece con la forma tan hermosa con que a las puertas del golfo de México establece la isla su presencia y su naturaleza.

En realidad nunca nos llamamos isleños, a pesar de que no es una, sino muchas islas las que conforman nuestra realidad. En el seno de ellas fueron surgiendo, a lo largo de los años, percepciones donde todo lo anterior que traía el conquistador o el conquistado como memoria fue cediendo lugar a algo diferente, que surgió en la manera de construir, que siendo igual o pareciéndolo era distinta. Surgió en el horizonte de la poesía, del canto campesino, de la voz de los poetas de más vuelo. Surgió también, tempranamente, en el pensamiento de los más inquietos, entre los que comenzaron a llamarse criollos.

Entonces éramos solamente un país. El país es un espacio. La patria comenzó a ser un sueño, una aspiración, y la nación, un derecho por el que había que luchar, una nación con leyes, una nación que sería depositaria y respetuosa de su propia cultura, una na­ción que sabría ir al futuro desde el pasado.

Allá en su retiro, muy cerca de Cuba, adonde quiso ir a morir ante la imposibilidad de llegar a ella, el presbítero Félix Varela exclamaba: “No hay patria sin virtud ni virtud con impiedad”. Pero, además, los últimos que le vieron afirman que les dijo: “Ofrezco todos mis sufrimientos y sacrificios por Cuba”.

Ese mismo sentimiento llevó a Heredia, en el padecimiento de su destierro, a sembrar en el alma cubana el espíritu de una patria, y eso alentó a los primeros que se rebelaron y encontraron que no había fronteras que cruzar más que el océano, que la lucha en última instancia sería aquí; que contra el cepo, el látigo, la discriminación, la humillación y la negación propia de la humanidad surgiría un día de redención y de libertad.

José Martí, autor del intento y del fundamento de la unidad de la nación cubana, creyó firmemente que no venía nuestra América ni de Rousseau ni de Washington, venía de sí misma. Al mismo tiempo, en la medida en que aún muy joven fue madurando su pensamiento, se acercó más a esa sufriente raíz de los orígenes: a Guaicaipuro, a Hatuey, a Guarina, a Cao­nabo, a todos los que enfrentaron el saber, como ha afirmado un pensador latinoamericano, que un determinado día y en una determinada hora nos habíamos enterado de que, primero, éramos indios; segundo, que nuestras teologías y nuestras ideas del bien o del mal eran distintas; que debíamos soberanía a un rey distante y que todo debía ser cambiado.

Sin embargo, más allá del dolor y el sufrimiento de aquellas primeras comunidades, que soportaron la mordida de los lebreles, el hierro de las cadenas y el fuego, como Hatuey, en Yara, donde vivía por los siglos la tradición de que en tiempos de tribulación o de esperanza un fuego misterioso se encendía en la noche iluminando el monte, Cuba fue forjándose, fue haciéndose y fue, desde lo que Martí juzga “la inocencia culpable” de un patriciado que, obteniendo su riqueza de la esclavitud, comenzó sin embargo a dar­se cuenta de que ya sus hijos no necesariamente pensaban como ellos, que necesitaban ardorosamente un cambio y que ese cambio pasaba por una autentificación de su identidad.

Cada pueblo nombrado, o cada una de las siete primeras ciudades, excepto tres, llevaron la impronta del lar indígena.

Así, Santa María del Puerto del Príncipe sobre el Camagüey, San Salvador sobre el Bayamo, La Habana sobre las huellas de Habaguanex, y así cada uno de los rincones y lugares repetían en la toponimia del suelo una presencia más antigua que empezaba a convertirse ya solo en una arqueología. O confundida con la sangre del conquistador dio a luz, como ha señalado el que fuera ilustre diputado de nuestra Asamblea, Cintio Vitier, el primer maestro, Miguel Velázquez que allá en Santiago de Cuba, donde tiene un modesto monumento, hablaba de que era tierra dominada y como de señorío.  Un sentido de rebeldía antiguo vino desde abajo, y ese sentimiento rebelde se fue convirtiendo en más fuerte en la medida en que la esperanza de cualquier cambio político, fundado en la consideración del conquistador sobre el conquistado, era prácticamente imposible.

A la sublevación de los esclavos que primero llevaron los nombres de su lugar de origen:  Juan Congo, Antonio Carabalí, Miguel Fula; sucedió el apellido que en la pila recibieron de sus amos: Morales, Ar­menteros, Cárdenas y así de esa gran cofusión y amalgama indo-hispano-africana, fue surgiendo nuestra identidad orgullosamente mestiza de la sangre y de la cultura.

Se hizo pronto realidad en la música, como lo fue en la poesía; era diferente en el paisaje tan distinto a las áridas pero hermosas tierras de Castilla, o la brumosa Galicia o Asturias, o las Islas Canarias… era otra cosa.  Y para los propios africanos la tierra tenía sus misterios: ciertos árboles les recordaban los suyos, algunos que consideraban sagrados fueron objeto de sus cultos. Y muy pronto fue naciendo, lentamente, lentamente, lentamente, una aspiración que fue convirtiendo el país en el sueño de una patria.

A los grandes precursores, a los que murieron con la esperanza de construirla, debe Cuba todavía sentidos homenajes.
Y como decía hace unas horas un juicioso historiador: la historia de nuestras luchas todavía, a pesar de todo lo que está escrito, está por escribirse.  Faltan muchas biografías, muchos heroísmos, muchos silencios, muchas lágrimas que nadie enjugó que deben ser cantadas por los poetas, como pedía José Martí a José Joaquín Palma, cuando le decía a su ilustre amigo, biógrafo de Céspedes, bayamés de cuna:  “Lloren los trovadores republicanos sobre la cuna apuntalada de sus repúblicas de gérmenes podridos; lloren los bardos de los pueblos viejos sobre los cetros despedazados, los monumentos derruidos, la perdida virtud, el desaliento aterrador: el delito de haber sabido ser esclavo, se paga siéndolo mucho tiempo todavía”.

Y luego dirá: “Nosotros tenemos héroes que eternizar, heroínas que enaltecer, admirables pujanzas que encomiar:

tenemos agraviada a la legión gloriosa de nuestros mártires que nos pide, quejosa de nosotros, sus trenos y sus himnos”.

Y los que se anticiparon y se conjuraron, estuvieron dispuestos a perderlo todo, a sacrificarlo todo.

Ya a principios del siglo XIX la América parecía haber resuelto el problema y una inquietud profunda sacudía de una u otra parte el continente. Valientes pensadores explicaron los derechos de una América independiente, y algunos líderes se atrevieron a de-safiar el poder y a morir como Gual y España en una plaza de Caracas, siendo ejecutados antes de que llegara la hora.

Exactamente en Cuba, en el silencio de las logias, trabajaron “Frasquito” Agüero y otros para hacer un texto constitucional de una república ideal, utópica y futura. Los años pasaron y al parecer para muchos, unido a la trata esclavista, el destino de Cuba pasaba necesariamente por ser una estrella más de la unión del sur de Estados Unidos, algunos invocaban hasta la providencia divina para asegurarlo.  Sin embargo, otros creían todo lo contrario:  Cuba no debe esperar más que solidaridad; pero nuestro problema debemos resolverlo nosotros mismos, y esa solución, invocada ya por Varela y enseñada por Luz en su escuela, como educador y formador de una juventud rebelde, adquirió dimensión en lo que él llamó “el sol del mundo moral” que caerían reyes e imperios, pero que jamás caería del pecho humano.
Mucho debe Cuba a Luz, y Martí afirma que lloró dos ve­ces, por Luz y por Lincoln, dice, sin haber conocido a Luz ni a Lincoln. Luego, del segundo, dice que supo, y aconsejado por un mal político y por un mal hombre, quiso lanzar sobre Cuba toda la hez del Sur derrotado.

Sin embargo, venidos de allá?? de América, donde ha­­bían pre­senciado el gran debate en el Sur y el Norte, no pocos cubanos quisieron luchar también por la libertad de su patria.  En Cuba el movimiento de búsqueda de la anexión a la nación norteamericana se fue debilitando en la medida en que el Sur iba siendo derrotado. Otros creían que era posible un camino: reformas, reformas y solo reformas. La aspiración a una concesión política, más que a una conquista política.
De esa ardua batalla entre dos corrientes surgió una victoriosa que se empezó a manifestar en distintos puntos del occidente, el centro y el oriente.

Ya en 1851, en una plaza de Camagüey, Joaquín de Agüero era ejecutado. Se dice que un joven, un adolescente fue llevado al dramático escenario de su ejecución y que mojó en su sangre su pañuelo; sería el que algunos llamarían: Bayardo y otros El Mayor, el letrado, el poderoso defensor de las ideas políticas y sociales, el que sería Mayor General del Ejército Libertador y líder del pensamiento abolicionista en Camagüey.

Mientras, en Oriente, más allá de Jobabo se reunían una y otra vez, y así lo hicieron por penúltima vez en lo que llamaron la Convención de Tirsán, en un lugar nombrado San Miguel del Rompe. Allí se escuchó la voz del más inquieto, del hombre de pequeña estatura, de grande y variado talento, abogado que había recorrido el mundo, buen jinete, jugador, afortunado, amante del amor y los placeres de la vida, pero dispuesto a renunciar a todo clamó por un levantamiento sin esperar más.

Otros con más riqueza, pero con no menos determinación aspiraban a un nuevo periodo de zafra para reunir con qué hacer la batalla definitiva, y sin embargo un juramento surgió de todos los conjurados:  Si esta conspiración es descubierta, el primero al que intenten apresar, se levantará.

La madrugada del 9 al 10 de octubre Céspedes, en el patio de su ingenio La Demajagua, con apenas 37 hombres, a la vista del Golfo de Guacanayabo y contemplando en el horizonte la sierra magnífica, se dirigió a aquellos compañeros suyos proclamando no solamente la necesidad de luchar y arrebatar las armas del adversario, único camino posible, sino lanzando un tizón encendido sobre una isla esclavista.  Sus propios esclavos serían libres y tendrían el derecho a luchar por su libertad y por su patria.

El concepto de patria se había unido a la ambición por una nación y en una fecha venturosa tomaron la primera de las ciudades orientales. Esa primera ciudad fue Bayamo, que después entregaron a las llamas en el momento en que todo parecía perdido.  A las puertas de las casas de los conjurados o de los jóvenes más comprometidos llegaron los primeros guerrilleros solicitando pan y armas.  En San Luis uno tocó a la puerta de Marcos y de Mariana, la insigne Mariana —este año es el bicentenario de su nacimiento—. Poderosa madre de una nación que en ese momento pone a sus hijos de rodillas y les hace jurar, ante el Cristo que toma de la pared del aposento, que lucharán hasta morir por su patria, juramento que se cumplió para casi todos.

Años de lucha y de sacrificio.  Ninguna historia, ni española ni cubana, ha logrado hablar en toda su magnitud de lo que sufrió la familia, el niño, la mujer cubana, el campesino cubano.  Peleábamos contra un ejército aguerrido y batallador, que venía de vindicar sus querellas en la península, en las largas guerras carlistas y ahora, en Cuba, por decenas de miles enfrentaban el levantamiento de los cubanos.  Ya habían surgido entre nosotros guerrilleros temibles.  Ante el temor de la toma inexorable de Bayamo, esperó con un puñado de hombres escogidos, en un punto llamado las Ventas de Casanova, un guerrero dominicano acostumbrado a combatir en la guerra de restauración de su propia patria y contra el invasor extranjero; allí demostró que esa arma, usada hasta ahora para vindicaciones de honor o cortar caña, sería la más importante en la lucha.  Todavía se conserva en un museo en la península, una carabina cortada de un solo golpe por un machetazo fiero; tal fue el combate que duró segundos, que duró momentos, lo que permitió dar cuenta al enemigo de que había nacido un adversario, hijo de su sangre, que sería capaz de luchar por su libertad y alcanzarla.

Bayamo fue incendiada como una nueva Numancia y eso les anunció el futuro y el destino.  Ya en 1853, en una humilde casa de la calle Paula, hijo de español y de española, había nacido José Martí.  En ese mismo año muere el Padre Varela, en San Agustín de la Florida, y muere Domingo del Monte, en Bar­celona, dos poderosos pensadores se extinguen.  Pero más me interesa el primero; el segundo, hombre de gusto, literato, diseñador de vida social y pensador agudo.  El primero, revolucionario integral, que opta por la abolición de la esclavitud, por el reconocimiento de la independencia americana, que se convierte en defensor de los pobres, que publica su periódico y lo envía a Cuba.

Sus discípulos le lloraron, pero nadie sabía entonces que en la propia pila bautismal en que había sido bautizado José Julián, había sido también bautizado el Padre Varela.  Cuando desapareció uno, nació el otro.

Y ese joven llamado a un poderoso destino es el que hoy evocamos, al conmemorar la hazaña de la unidad de la nación que él hizo nacer de la desesperación por el fracaso del magno esfuerzo después de tanto sacrificio; él, que leyó con amargura lo que ocurrió en los Mangos de Baraguá y escribió al General Antonio que tenía ante sí una de las páginas más hermosas de la historia de Cuba; él, que sintió como propio el honor de todo el pueblo y las lágrimas de ese pueblo; él, que sufrió las reconvenciones en su hogar; él, que llegó a tener una relación tan intensa y profunda con un padre, que siendo soldado y español, alcanzó a entender, al verlo herido y llagado, prisionero y enflaquecido, que su destino era otro, quizás diseñado en su hermoso poema Abdala, cuando presenta el duelo entre el yugo y la estrella y pide lo uno y lo otro, y está convencido, como afirma, de que esa estrella ilumina y mata.

Exilio, Centroamérica, la América del Sur, los cubanos dispersos, las acusaciones recíprocas, finalmente España, los Estados Unidos. Allí vivió 14 años, y fue, como han afirmado sus cronistas, el cubano que más entendió en su tiempo aquella nación. Admiró las virtudes de Emerson, las del padre Flanagan. Admiró la obra colosal de la construcción del puente de Brooklyn. Asistió puntualmente a las conferencias de Oscar Wilde, a las exposiciones de teatro; enamorose candorosamente de la hermosa bailarina española Charito Otero. Pero más que todo, se dio cuenta del gran fenómeno que en aquella nación se forjaba y que, como había afirmado Bolívar en un momento de extraordinaria lucidez, parece llamada por la providencia a colmar a la América Latina de pobreza y miseria en nombre de la libertad.  Se dio cuenta de que si en 1868 nada pudieron esperar, de que, a pesar de que allí siempre existieron, existen y existirán amigos poderosos de Cuba, hubo una dicotomía entre el sentimiento de los amigos y la voluntad de un Estado que siempre quiso de una manera manifiesta impedir la realización de una independencia que creyó inoportuna. Creyó más bien en el cumplimiento de una doctrina trazada por uno de sus políticos, que planteaba que solamente extendiendo la mano en el momento de la madurez de la fruta, esta caería sencillamente en sus palmas.

No obstante todo ello, pasó de ser el orador de última fila, al primero. Cada acto del 10 de Octubre, cada conmemoración cubana, el horroroso recuerdo del 27 de Noviembre, terrible suceso que le sorprendió en España, vuelve todos los años a llevar al orador a la tribuna y a unir lo que estaba desunido.  Y de mil octavillas surgió un periódico, Patria, y de mil discursos surgió una orientación política, y de mil disposiciones y pequeñas organizaciones soñó con la creación de un partido político para dirigir una guerra de liberación nacional, anticipándose al concepto de que es imposible hacer una revolución sin una teoría revolucionaria.  Su teoría no era otra que nuestra historia, nuestro sacrificio, nuestro esfuerzo. Éramos una nación en ciernes, de derecho, pero no de hecho.

Llamado a poner empatía en la discordia, unió a Gómez y a Maceo. Es inocultable que después del fracaso de 1884 y del encontronazo de Nueva York, ya no había posibilidad de una amistad fecunda para iniciar un nuevo proceso.  Hoy diríamos:  no hay condiciones objetivas.  Sin embargo, Maceo, en Costa Rica, preparaba a su contingente. Preparaba Gómez, en la soledad de Montecristi, en República Do­minicana, o cuando antes se encontraron en la construcción del canal de Panamá amigos dispuestos a ayudar, a dar amparo, a ofrecer techo y pan a los emigrados que por todas partes soñaban y querían su patria. Y de esa forma surgió la organización un 10 de abril, que es un día crítico en la historia de Cuba, el día de la gloriosa Asamblea Constituyente de Guáimaro, donde nació la utopía democrática del pueblo cubano; pero donde también se le puso plomo a las alas de la revolución, donde se pensó que era posible hacer una república de leyes cuando no éramos dueños más que del espacio que pisaban los campamentos y los caballos de los libertadores. En medio de esa realidad, un 10 de abril hace nacer su creación más completa: el partido político, un partido unitario que convocaría al pueblo cubano a una guerra que él consideró inevitable y, después, necesaria.

Inevitable, porque en sus sentimientos nobles, generosos, en su íntima y profunda convicción él había reclamado en su famoso Manifiesto a la República Española, que no le pediría lo imposible, pero le pedía lo posible:  los derechos conculcados de Cuba, la representación de Cuba, el derecho de estudiar, de interpretar, de conocer que éramos diferentes.  Nada de esto fue escuchado, solamente muchos solidarios en España y en otras partes del mundo creían en la causa de Cuba.

Ahora todo sería más difícil: había un alto desarrollo de la tecnología militar, una situación nueva en el continente americano, las repúblicas sufrían los padecimientos de sus propias divisiones cuando habían dejado intactos trono y altar después del esfuerzo inmenso de la primera batalla.

Recordaban aún las dolorosas palabras de Bolívar en Santa Marta: “He arado en el mar”; la tristeza de San Martín al regresar y encontrar su país dividido; la pena de O’Higgins al morir en Lima, apartado de su tierra amada; el dolor tremendo de Francisco de Morazán al verse capturado y ejecutado por sus propios compañeros, y aún pesaba aquella maldición casi bíblica que había lanzado Miranda, cuando el gran precursor al ser entregado prisionero a las puertas de una nave española, que lo llevará a una prisión perpetua y definitiva, al reconocer los que cometen aquel parricidio, responde:  “Bochinche y solo bochinche es lo que saben hacer ustedes”.

Por sobre toda esa historia se levantó Martí, era  vasta y grande su cultura como ha señalado uno de sus biógrafos, subía y bajaba escaleras como quien no tenía pulmones, su voz era clara y nítida, su poder de convencimiento grande. Era, al mismo tiempo, un escritor incansable, cuya hermosa letra inicial se ha­bía transformado prácticamente en líneas inteligibles solo para los paleógrafos.  Faltaba tiempo, le faltaba tiempo.

Cuando todo estuvo preparado y dispuesto, cuando creyó que todo estaba organizado, cuando había logrado visitar a Mariana Grajales en Jamaica, que ya ciega le acaricia la cabeza y prácticamente con este gesto noble y de rodillas envía un abrazo fraterno al hijo que tanto amaba, a la madre que nunca pudo ver su patria libre; cuando ya separado de todo bien personal, lejos su esposa, apartado de su hijo, muerto su padre, dispersos sus amigos, se le vio pobre en Estados Unidos, trabajando en el invierno ganando el pan, fundando la Liga para educar a los negros cubanos, que bajo la orientación de Rafael Serra se reunían y le llamaban, con cariño y con devoción, Maestro y Apóstol. ¡Qué torpeza tratar de despojarlo de un título tan importante, Apóstol:  el que lleva la palabra, el que trasmite un mensaje nuevo y ese fue su mensaje!

Cuando en el puerto de Fernandina se perdieron las naves creyó enloquecer, pero transformándose de José Martí en Orestes, que fue siempre el seudónimo de sus escritos y su seudónimo político, viajó de inmediato a la República Dominicana para buscar al general Gómez en Montecristi, en aquella casa donde en breves días, el 25 de marzo, se cumplirán también 120 años de la firma del poderoso Manifiesto llamando a las armas al pueblo cubano, a los españoles que nada debían de temer si respetaban la patria que había de fundarse.  Hubo discordias, no se lograba entender qué estaba ocurriendo.  Hoy es fácil para nosotros hacerlo a través de un teléfono, de un mensaje; entonces solamente era el telégrafo con su lenguaje críptico el que anunciaba que la hora había llegado.

Maceo había estado años antes en Cuba y conocía el estado político del país, y en este momento, vacilaba en poder salir hacia Cuba, porque no sabía qué estaba pasando en Estados Unidos y el dinero que se ofrecía para fletar una nave y llegar sanos y salvos no aparecía.

Gómez estaba igualmente pobre en Santo Do­mingo, apenas unos centavos para poder tomar esa determinación, y otros patriotas esperando en distintos lugares, y en Cuba mucha gente avisada en Oriente, en el Occidente, en Matanzas.  De pronto el General dio la orden: “Es necesario el alzamiento”, y Martí no vaciló en enviar el telegrama, que su amigo recoge en la estación de la Western Union en la calle Obispo, en La Habana Vieja: “Giros agotados”, lo cual significaba que se había agotado el tiempo. Era la noche del 24 de febrero; el Capitán General tenía la convicción y las informaciones de que se tramaba realmente un movimiento.

Algunos dirigentes fueron capturados en La Ha­bana. Juan Gualberto Gómez, comprometido con su hermano y amigo José Martí, se fue a Matanzas, a Ibarra, en busca del ingenio Vellocino de Oro donde había nacido, para levantarse con un grupo de compañeros y cumplir su palabra.

En Santiago, Guillermo Moncada quiso morir cumpliendo su palabra, enfermo de tisis, pero en el campo de Cuba libre.
En Baire se levantaron, y en Bayate se alzó también Bartolomé Masó, y todo el mundo esperaba solamente la llegada de los líderes. Allá en España la conmoción fue grande, se había desmentido la propaganda autonomista, se había desmentido la propaganda anticubana de que todos eran sueños disparatados de un profeta enloquecido. Ahora solamente faltaba el arribo.

En admirable disciplina y en presencia de los generales y oficiales que estaban en Costa Rica, juraron Antonio y Flor aceptar las condiciones de viajar en las que el segundo le planteaba al primero, y así salieron hasta tomar la goleta Honor y arribar el 1ro. de abril a las costas de Cuba, en un punto del litoral baracoano: “Soy yo, Antonio Maceo, que he vuelto”, gritó en lo alto del camino, mientras fogoneaba con su arma a los guerrilleros de Baracoa. El 11 de abril, día glorioso y memorable, en Playitas de Cajobabo desembarcaban Máximo Gómez y José Martí.

Hace 20 años el Jefe de la Revolución me pidió contar esta historia. Con profunda emoción y como se sube a encender la llama en lo alto del cenotafio donde están los restos de los caídos, traté de cumplir mi deber. Confieso que ha sido un gran honor aquel y este que usted, General Presidente, hoy me ha conferido.

Pero algo más debo decir:  El hecho importante y trascendental es que entonces concluí mis palabras clamando porque se levantaran de las tumbas los muertos gloriosos del 10 de Octubre y del 24 de Febrero; clamé por los mártires, por las heroínas, por las cubanas que bordaron banderas pidiéndoles atravesarnos en el camino de un enemigo y adversario implacable que, todo parecía indicar, venía esta vez a cercenar de forma definitiva, jugando con los azares de la historia, el destino de Cuba; pero no fue posible.

Hoy, 20 años después, estamos aquí de pie, en una coyuntura diferente.  Nos hemos presentado con hidalguía bajo los mismos mangos orientales, para enfrentarnos con el caballeroso adversario que ofrece al menos detener por un tiempo la mano agresora y darnos la oportunidad de discutir lo que lógicamente será necesario debatir bastante.

Ahora más que nunca hace falta la unidad de la nación, ahora más que nunca la prenda más preciosa debe ser conservada.  La fortaleza que nos ha permitido llegar hasta aquí fue aquella que vi esa otra noche de abril en Playitas de Cajobabo cuando, convocados por el líder de la Revolución, llegamos a aquella hora oscura de la noche a la orilla de la playa.  Él llevaba la bandera cubana en el asta que le trajo uno de sus ayudantes, y entonces, entrando en el agua a la altura prácticamente del tobillo, se abrió de pronto en el cielo la luna blanca y movió la bandera de Cuba hacia el Sur, hacia el Norte, hacia el Este y hacia el Oeste, diciendo: ¡Aquí estamos!

Y aquí estamos hoy, ¡oh, patria amada!, ¡oh, bandera dulce, por la cual tantos lucharon! No importa que tú, Maestro generoso, te hayas ido tan pronto, aquel 19 de mayo, tuviste una profunda convicción, convicción profunda: “Yo sé desaparecer, pero mis ideas prevalecerán”.

Y esas ideas han prevalecido. Fueron las ideas que se defendieron en el proceso histórico del Moncada.  Fueron las que conquistaron a los muchachos que se reunían en la calle de Prado para escuchar la voz de aquel joven que había irrumpido en la universidad como un torbellino, y de quien me dijo una de sus hermanas: un día volvió a la casa y papá ya lo sabía:  “Vienes a buscar al chiquito”. El chiquito está aquí con nosotros, y el grande está con nosotros todavía.

¡Viva Cuba! (Ovación)

Cuba: El estafador man Gilbert

Por: Enrique Ubieta

Gilbert-ManComo en la Rosa púrpura del Cairo, un personaje ha salido de la pantalla, y camina por una ciudad, la nuestra. O fue al revés: un espectador se obsesionó con cierto tipo de películas, seriales y videos, quiso vivir en ellos y se introdujo en la pantalla, renunció a ser persona para convertirse en personaje de ficción.

¿La ficción construye la vida, o la vida construye la ficción? Si en época de Cervantes era posible que alguien, de tanto leer historias de caballerías, encarnase en su vida-ficción real al personaje “loco” y justiciero, en la nuestra, la letra impresa ha cedido su capacidad de influencia al audiovisual.

No es, obviamente, la única ni la más importante diferencia. El audiovisual contemporáneo que impera recrea otras historias y reproduce otros valores, para nada quijotescos. Al margen de la polémica sobre la validez artística del reguetón —no me interesa dilucidar su trascendencia como género musical—, por ejemplo (y no es un ejemplo tomado al azar), su puesta en pantalla nos impone un mediocre sentido de vida.

Parece inevitable que el reguetón se ofrezca en un módulo audiovisual que nos devalúa como seres humanos y nos mide a través de las cosas que nos poseen: el carro de lujo del año, la muchacha más Barbie (no es un elogio), descerebrada y deshuesada –la mujer como simple objeto sexual–, las cadenas de oro, las maletas de dólares, las bebidas más caras, los guardaespaldas, la ostentación (que en Cuba llaman especulación) como espuria evidencia de un falso triunfo.

Una noticia recorre las pantallas de las computadoras cubanas: un “especulador”, seudo cantante de reguetón, cuya vida imitaba los estereotipos visuales del género, fue detenido en un operativo policial digno del serial televisivo más espectacular. Por ahí circulan los videos de la detención, como si fuesen capítulos de “UNO” o de “Tras la huella”. Como no se han concluido las pesquisas ni se ha efectuado el juicio, no hablaré de cargos. Mi tema no serán las posibles ilegalidades de su conducta pública, sino su sentido corruptor.

Para ello acudo a los hechos visibles, constatables: este ciudadano, que se hace llamar Gilbertman —como Superman, o Spiderman, un “superhéroe” de mágicos (monetarios) poderes—, fugitivo de la justicia estadounidense (la cual, según parece, no ha querido colaborar con la nuestra en este caso), se instaló en su humilde barrio habanero de origen y compró en un año casas, autos de lujo, conciencias, cuerpos de mujer, y otros “objetos”.

Se hacía retratar mostrando su bíceps “poderoso”, y sobre él, en perfecto equilibrio, contenidos por su mano, fajos de billetes de a cien dólares. Fuerza física, fuerza monetaria. Llegaban sus autos y en ellos sus guardaespaldas; entonces descendía este SuperNada de 28 años, como si pisara la alfombra roja del éxito, como si de verdad alguien lo amara o pretendiera liquidarlo.

Nada que apareciese en los video-clips de sus amigos reguetoneros, y en los suyos, escapaba a su codicia simbólica. ¿Que en los videos se exhibían semi o casi desnudas las mujeres? Él alquilaba las suyas. ¿Que en los videos llegaban los tipos de mirada inflexible en carros de lujo? Llegó a coleccionar 22 autos de marcas caras. ¿Que en ellos se contaban historias de matones y de jefes mafiosos? Él mostraba sin recato una pistola, no sabemos si real o falsa, pero ¿importa?, y maletas llenas de dólares. Extraña, retorcida manera de parecer “alguien”.

Super/Gilbertman regalaba a los vecinos y parecía extorsionar a los restantes habitantes del planeta. ¿Imitaba a Pablo Escobar, es decir, la leyenda cinematográfica del “buen” matón colombiano? Su divisa, su fuerza, su triunfo aparente, era tener (ya se sabe que el cómo no importa) y especular; en esencia, la misma de Bill Gates o de Carlos Slim, aunque su origen era humilde y sus opciones otras.

En el capitalismo el matonismo es una profesión de prestigio, y tiene su glamour, su onda… ¿lo queremos en Cuba? Gilbertman financiaba videos de los Desiguales, de Eddy K (de regreso en la isla), del Yonki, del Príncipe, de Damián, a condición de que lo dejasen aparecer en pantalla. No se diferenciaban mucho esos videos de los que hacen Yakarta y el Chacal (por ejemplo, “Ellas son locas”), u Osmani García (por ejemplo, su reciente “Barra abierta”, made in Miami). En su afán por indiferenciar su vida de los más aberrantes modelos “musicales”, Gilbertman utilizaba su casa y sus carros como espacios de filmación, se representaba a sí mismo o a aquel con quien soñaba ser.

En una de sus últimas producciones, “No hay break”, reunía en su casa a sus financiados, entre maletas llenas de mujeres, de dinero, de expresiones duras, de pistolas, de cadenas de oro, de muebles caros y de mal gusto, como capos a la espera del resultado de una supuesta guerra callejera, importada de otras calles, de otro mundo que no es el nuestro, un video donde la violencia alcanza grados repugnantes, y en el que se compra la imagen, el símbolo esta vez invertido del joven actor que encarnaba al Chala: si el socialismo —que es representado por la maestra— peleaba en la película de Daranas, entre sus propias contradicciones, por salvar al niño de su familia y de su entorno social, este video reniega de aquella “conducta”, pisotea el símbolo.

La revista digital de frivolidades Vistar magazine —que presenta en su costado más banal a los buenos, regulares y malos artistas, con anuncios de negocios que pagan, sean o no legales—, le dedicó una página en uno de sus números y en otro, anunció el video.

La guerra cultural es explícita, aunque Gilbertman no tenga la menor idea de su existencia: nosotros necesitamos salvar, emancipar, ellos quieren hacernos creer que es imposible. Contaminan, corrompen. Este “Chala” de rostro duro, traiciona y dispara a sangre fría, para cobrar su parte. ¿No hay leyes en Cuba que castiguen la producción de videos violentos en los que participan niños?

Que triste vida la de Gilberto, el joven de 28 años que se disfrazaba de Gilbertman. Pero su caso, por extremo, es paradigmático: nadie encarnó tan literalmente el personaje del reguetonero audiovisual, del “triunfador” made in USA; nadie se jugó como él todas las cartas a favor de la cultura del tener, del capitalismo, en su versión más grotesca, más vulgar. Y es paradigmático también en otro sentido: Gilbertman creía que el dinero, su superpoder, lo haría invencible en Cuba, como podría serlo en Miami o en Bogotá. Tanto lo creyó que se anunciaba en Internet y alardeaba públicamente de su “fuerza”. Sirva este lamentable caso para tomar conciencia de que la guerra cultural contra el socialismo pasa por el envilecimiento y la corrupción de nuestros ciudadanos. No puedo hablar de ilegalidades hasta que fiscales y abogados de la defensa diriman responsabilidades, pero trabajemos por forjar sueños mejores en nuestros niños y jóvenes, porque los cubanos tengan un paradigma de vida superior.

(Tomado de La Jiribilla)

El VII Congreso del Partido Comunista de Cuba será en abril del 2016

X Pleno del Comité Central del Partido Comunista Cuba. Foto: Granma

X Pleno del Comité Central del Partido Comunista Cuba. Foto: Granma

El X Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC), presidido por su Primer Secretario, el General de Ejército Raúl Castro Ruz, aprobó este lunes la planificación de un conjunto de actividades que deberán realizarse en el periodo del 2015 al 2018, las cuales dan cumplimiento a varios de los acuerdos suscritos por el VI Congreso del PCC.

En dicha programación se incluyen el VII Congreso del PCC; el perfeccionamiento de la División Político Administrativa del país; la generalización del nuevo modelo de funcionamiento de los Órganos Locales del Poder Popular, que se experimenta actualmente en las provincias de Artemisa y Mayabeque; así como el proceso eleccionario.

Según se supo, en abril del 2016 se celebrará el VII Congreso del PCC. En consecuencia, desde ahora y hasta el primer cuatrimestre de ese año se llevarán a cabo asambleas municipales y provinciales de la organización, la preparación de cuadros y militantes, la realización de una consulta popular y el procesamiento y aprobación de los documentos finales.

Sobre la nueva División Político Administrativa se ratificó que el objetivo esencial de su perfeccionamiento es fortalecer el papel del municipio como elemento principal en el sistema de dirección territorial del país, para que disponga de la autonomía necesaria, sustentada en una sólida base económica.

A su vez, el proceso de generalización del nuevo modelo de funcionamiento de los Órganos Locales del Poder Popular se desarrollará simultáneamente con los estudios e implantación de la nueva División Político Administrativa.

Con relación al proceso eleccionario se prevé que incluya las elecciones parciales en abril del 2015; la puesta en vigor de una nueva Ley Electoral; y la posterior realización de las elecciones generales.

En el X Pleno se destacó la necesidad de trabajar con intensidad y sistematicidad en la elaboración, conciliación y aprobación de los documentos que serán analizados en el VII Congreso del PCC; la importante actividad legislativa que tendrá la Asamblea durante los años venideros; y la labor política, ideológica y organizativa que deberá realizarse a partir de la trascendencia política de todos estos procesos.

Finalmente, Bruno Rodríguez Parrilla, miembro del Buró Político y ministro de Relaciones Exteriores, brindó una información sobre el estado actual de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba.

Corte Suprema de EE.UU. concedió una victoria a una tabacalera estatal cubana

cohiba_behike_pic_2-580x326La Corte Suprema de Estados Unidos concedió el lunes una victoria a una tabacalera estatal cubana, al declinar intervenir en una batalla legal de larga duración con un rival estadounidense por el uso de la marca Cohiba.

Al negarse a escuchar una apelación presentada por la compañía estadounidense General Cigar, que tiene su sede en Delaware, la Corte Suprema dejó intacto un fallo a favor de la empresa cubana, Cubatabaco.

Debido al bloqueo de más de medio siglo que Estados Unidos aplica a Cuba, la empresa estatal de la isla no puede vender sus puros Cohiba en el mercado estadounidense, pero sí lo puede hacer en Cuba y otros lugares.

General Cigar vende en Estados Unidos tabacos Cohiba producidos en República Dominicana.

La disputa legal se refiere a si la empresa cubana tiene derecho a impugnar las marcas de General Cigar, pese al bloqueo comercial de Estados Unidos.

General Cigar es de Scandinavian Tobacco Group A/S, la cual es propiedad, en parte, de Swedish Match AB.

La Corte de Apelaciones del Circuito Federal falló en junio pasado a favor de Cubatabaco. Después de la negación de la Corte Suprema, el caso se llevaría ahora a la Oficina de Patentes y Marcas de Estados Unidos, Trademark Trial and Appeal Board, (Junta de Apelación).

El caso llegó a la Corte Suprema solo después de que el presidente Barack Obama anunció en diciembre un cambio de política hacia Cuba para flexibilizar algunas restricciones al comercio y los viajes, aunque ha mantenido intacto el embargo económico.

En virtud de una flexibilización de las restricciones a los viajes entre ambos países, los visitantes estadounidenses pueden importar hasta 100 dólares en puros, uno de los productos más famosos de la isla, y llevarlos a sus casas.

En enero el Gobierno de Obama dijo que permitiría exportaciones estadounidenses en el sector de las telecomunicaciones, equipos agrícolas y de construcción, así como otorgaría mayor cantidad de licencias para los viajes de los estadounidenses a la isla y permitiría las relaciones interbancarias.

Cuba había acusado en abril de 2013 a Estados Unidos de “robo” de marcas comerciales de la isla, tras un fallo judicial en un litigio entre la empresa Cubatabaco y la compañía estadounidense General Cigar.

Cuba es famosa por ser el origen de algunos de los mejores habanos del mundo, entre los que destacan Montecristo, Partagás, y Romeo y Julieta, además de Cohiba, producidos por la corporación mixta Habanos S.A.

El litigio resuelto hoy se nombra General Cigar Co v. Empresa Cubana Del Tabaco, U.S. Supreme Court, No. 14-512.

Esta noche comienza en Cuba el Festival del Habano, la mayor vitrina al mundo del tabaco cubano.

(Tomada de CubaDebate)

Cuba, Internet y los desafíos de la nueva época

Fiesta-del-Videojuego-en-el-Palacio-Central-de-ComputaciónEl periódico Granma, en su edición de este sábado 21, publicó en sus páginas interiores dos hechos cuya trascendencia merece la pena subrayar: por un lado, el discurso íntegro del Primer Vicepresidente cubano Miguel Díaz-Canel en la clausura del Taller sobre Informatización y Ciberseguridad, que tuvo lugar en los últimos días en la capital cubana.

Por otro, la información de que la empresa de telecomunicaciones ETECSA recién han concluido conversaciones con la compañía norteamericana IDT Domestic Telecom para avanzar en la interconexión directa entre nuestro país y los Estados Unidos.

Según palabras del Presidente Barack Obama, la inversión en telecomunicaciones es una de las prioridades de su gobierno respecto a Cuba tras los anuncios del 17-D. Ya ha sido adelantada la posibilidad de vendernos hardware, software, aplicaciones asociadas y dispositivos que faciliten la comunicación por Internet.

Cierto que, al mismo tiempo, la Casa Blanca no escatima esfuerzos en declarar intactas sus intenciones hacia la Isla de “cambio de régimen”. Pero, encerrada en las lógicas de su cálculo, desestima cuánto el mejoramiento de la infraestructura tecnológica podría contribuir a desatar las fuerzas productivas y las competencias intelectuales de los cubanos, en función de la sostenibilidad económica, cultural y política de un modelo de desarrollo soberano y auténtico.

Una nota de ETECSA da cuenta de que el acuerdo con IDT Domestic Telecom, “permitirá mayores facilidades y calidad en las comunicaciones” entre los pueblos de ambos países. Es un primer paso que, presumiblemente, será el preludio de nuevos convenios en un sector estratégico para cualquier sociedad. Ya Apple y Netflix han desembargado la venta de parte de sus servicios a la Isla y no es difícil vaticinar que compañías similares hagan públicos a corto plazo propósitos en la misma dirección.

Cuba, por su parte, no llega desnuda a la nueva época. Aún bloqueados, no quedamos nunca al margen de la evolución de las TICs, ni de los cambios culturales que ellas entrañan para la sociedad de la información. La UCI, los miles de matemáticos y de cientistas de la computación graduados de las universidades, el acceso masivo al conocimiento y la cultura de sucesivas generaciones, forman parte de las reservas de capital humano de la Isla para lidiar con los nuevos escenarios a la ofensiva. La experiencia de resistencia de las últimas cinco décadas nos ha curtido contra la ingenuidad y entrenado para nadar en aguas turbulentas. Hemos aprendido que, en política, tan dañino es bajar la guardia, como ceder la iniciativa al otro y sentarnos a esperar, pacientemente, a que la calma sobrevenga.

El discurso pronunciado por Miguel Díaz-Canel hace pocas horas es, probablemente, una de las señales más elocuentes del enfoque estratégico con que pretendemos dotar nuestros movimientos. Nadie en su sano juicio podría suponerlo resultado de opiniones improvisadas o dichas al vuelo. Detrás, hay ideas programáticas que dejan entrever contenidos de políticas, consensos de equipos de trabajo, rutas en torno a las cuales el Estado cubano quiere desbrozar caminos.

Me explico: no se trata solo de planificar el uso de plataformas digitales con un sentido instrumental –facilitar transacciones financieras, fortalecer la visibilidad de las instituciones a través de sus sitios web, aprovechar las redes para gestionar más eficientemente determinados servicios, por mencionar apenas algunos ejemplos. Hablo de pensar la tecnología como una mediación transversal al desarrollo, como un proceso que, integrado a la economía, la política y la cultura, sea parte esencial del avance de la sociedad y la dignificación de sus seres humanos.

“El socialismo –ha dicho Díaz Canel- le otorga un lugar preferencial al derecho a la información como condición para el pleno ejercicio de la crítica y la participación del pueblo. Internet plantea desafíos a las formas tradicionales de comunicación social, al uso de los medios de comunicación, al papel de los individuos en el espacio público y exige la existencia de políticas, normas y formas de funcionar nuevas que deben alinear infraestructuras, servicios y contenidos para garantizar ese derecho”. En medio de las bajas temperaturas de días recientes, a los apocalípticos de la libertad de expresión en Cuba o a los incrédulos en torno al acceso universal de sus ciudadanos a Internet, debe haberles caído un jarro de agua fría.

No conozco pormenores del taller sobre Informatización y Ciberseguridad, pero lo publicado en la prensa sugiere enfoques suficientemente realistas en torno a nuestras carencias. La intervención del Primer Vicepresidente plantea algunas: ausencia de políticas, implementación lenta y carente de integralidad, marco regulatorio fragmentado, ineficiencia de los servicios, desprofesionalización y dispersión de los recursos humanos, ilegalidades…

Aún en medio de los avances del país, estamos lejos de haber conquistado una alfabetización tecnológica de gran alcance. La misma nación que consiguió antes que muchos en América Latina ediciones masivas de libros, Imprenta Nacional e Industria de cine, tiene por delante ahora colosales desafíos: por un lado, resolver la contradicción entre las capacidades de sus habitantes para apropiarse de las tecnologías –en un lugar 44, según ha reconocido la Unión Internacional de Telecomunicaciones- y el rezagado puesto que ocupamos a nivel mundial en el índice de desarrollo de las TICs. Por otro, el contraste entre el carácter transdisciplinar e integrado de la ciencia y el conocimiento en las sociedades contemporáneas, y la desconexión tecnológica presente en muchas de nuestras instituciones.

Claro que ningún análisis honesto en torno a estos temas podría subestimar el impacto del bloqueo norteamericano sobre el deterioro de nuestra infraestructura, pero hacer descansar en él todas las responsabilidades, cuando menos, desmoviliza el potencial que podría desplegarse, a base de innovación y talento, en la búsqueda de alternativas. Reconocer y eliminar en lo posible los obstáculos propios nos sitúa, en cambio, dentro de una posición de autoridad y valentía política para echar a andar discusiones presentes y futuras. Hay que derribar los muros levantados a lo largo de 90 millas, y también los levantados en casa por prejuicios o desconocimiento, con consecuencias nefastas para la concepción de las redes como plataformas articuladoras de consenso y catalizadoras del desarrollo.

A juzgar por las evidencias, el taller sobre Informatización y Ciberseguridad ha marcado un punto de llegada y un punto de partida en la discusión sobre las relaciones entre TICs, Infocomunicación y Sociedad, y una expresión de madurez que ayudará a trazar políticas más articuladas a corto, mediano y largo plazos. No es de las tecnologías de lo que debemos cuidarnos, sino de la ignorancia que desconoce sus potencialidades en la gestión del desarrollo. No hay que temerle a la conectividad, sino al aislamiento que impide a los ciudadanos en el nivel micro, y al país en lo macro, insertarse en las dinámicas de la sociedad global, reconocer las experiencias de otros e identificar y aplicar, por nosotros mismos, las mejores prácticas. No es Internet el problema, sino la banalización del mundo, que inunda de supercherías lo mismo la red de redes que el resto de los espacios de producción simbólica de la vida moderna.

Hay que acompañar el reto tecnológico del desafío cultural, y enfrentar ambos desde el fortalecimiento de una conciencia crítica colectiva, y desde la participación activa de todos los ciudadanos en nuestro diseño de país. Si compartimos ese espíritu, la nueva época está arrancando en firme.

Abel Prieto: «Los norteamericanos sólo podrían enriquecerse con un intercambio fructuoso con los cubanos»

Abel Prieto

Abel Prieto

Abel Prieto es Asesor especial del Presidente Raúl Castro. Autor de varias novelas, entre las que se destaca “El vuelo del gato” y “Viajes de Miguel Luna”.

Nacido en 1950 en Pinar del Río, en la provincia occidental de Cuba, Abel Prieto Jiménez es una personalidad reconocida de la cultura cubana. Tras estudios en Letras Hispánicas en la Universidad de La Habana, fue profesor de literatura varios años.

Apreciado por su talento y su don de gentes, ocupa el cargo de director de la editorial Letras Cubanas. Abel Prieto consigue rápidamente la unanimidad entre los intelectuales y artistas cubanos. En 1988, fue elegido a la cabeza de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), convirtiéndose en uno de los presidentes más jóvenes de la historia de la institución.

Durante una reunión con Fidel Castro a mediados de los años 1990, Abel Prieto hace partícipe de sus divergencias y afirma su punto de vista. Algunos pensaron que su carrera estaría irremediablemente afectada. No fue el caso. Al contrario, unas semanas después, el presidente cubano decide nombrarlo ministro de Cultura en 1997, cargo que ocuparía hasta 2012.

Su excepcional longevidad en el ministerio de Cultura se explica por su espíritu de apertura y su capacidad para federar al mundo intelectual y artístico cubano en torno a la política cultural del país. En efecto, durante su mandato, Abel Prieto siempre rechazó el sectarismo y privilegió el debate de ideas, lo que le valió el reconocimiento y la admiración del mundo de la cultura que aprecia, además de su profesionalidad, sus profundas cualidades humanas.

En marzo de 2012, tras quince años de buenos y leales servicios, Abel Prieto deja el Ministerio de Cultura para ser asesor especial del Presidente Raúl Castro, consagrando así una brillante carrera. Por otra parte, ocupa también un cargo de diputado de la Asamblea Nacional del Poder Popular.

Abel Prieto también es conocido en Cuba por su gran colección de chistes y anécdotas populares. Se dice que durante las reuniones oficiales, los miembros del Gobierno se empujan para sentarse a su lado, con el fin de disfrutar de su talento de cuentista y pasar un momento agradable.

Estudioso del escritor José Lezama Lima, Abel Prieto es también autor de varias novelas, entre las cuales están *El vuelo del gato y *Viajes de Miguel Luna.

En este diálogo, Abel Prieto evoca el impacto de las sanciones económicas en el campo de la cultura, el acercamiento con Estados Unidos, los desafíos de Cuba hoy y sus relaciones con Fidel Castro.

Abel Prieto, usted fue ministro de Cultura durante quince años. Hoy es asesor del presidente Raúl Castro en el campo de la cultura. ¿En qué consiste su papel?

Mi tarea consiste en promover la cultura cubana y asegurar que las instituciones culturales cubanas promuevan los mejores talentos de nuestro país. Mi trabajo consiste también en vincular la cultura y el pueblo, desarrollar las relaciones culturales a nivel internacional y defender la política cultural de la Revolución.
La política estadounidense hacia Cuba, particularmente las sanciones económicas, tiene un impacto en la cultura cubana. ¿Cuál es su punto de vista al respecto?

El impacto económico es evidente. El Presidente Barack Obama permite intercambios culturales pero se trata de intercambios no comerciales. Muchos artistas, como los Van Van, Carlos Varela, la Escuela Nacional de Ballet, Silvio Rodríguez, realizaron giras en Estados Unidos, pero no han podido recibir ni un centavo por sus actividades.

El mayor mercado del mundo para las artes es el mercado estadounidense. Nuestros artistas, escritores, intelectuales no tiene acceso a ello. A nuestras editoriales, nuestras galerías artísticas y nuestras empresas culturales se les prohíbe la entrada en Estados Unidos.

El pueblo americano pierde una gran posibilidad de enriquecerse con el contacto de nuestro pueblo, a causa de una política irracional, absurda e indefendible. Sucede lo mismo para el pueblo cubano, tan curioso intelectualmente, tan voraz desde un punto de vista cultural, quien se ve privado de un intercambio fecundo con su vecino del Norte.

Cuando tienen lugar estos intercambios en Cuba, como durante la visita de un artista estadounidense, los efectos son impresionantes. Recuerdo el Music Bridge que creamos hace unos años y muchos artistas americanos viajaron a Cuba para intercambiar con los artistas cubanos. Realizaron un disco juntos, un gran concierto que apreció mucho la población. Era algo muy hermoso pues las dos culturas son muy cercanas y se alimentan mutuamente desde hace décadas.

¿Está Cuba dispuesta a acercarse a Estados Unidos?

Cuba se beneficiaría mucho de un acercamiento con Estados Unidos. Es verdad que una avalancha de turistas americanos traería la cultura del consumismo, pero creo que los aspectos positivos superarían ampliamente los efectos negativos. Muchos ciudadanos americanos son muy curiosos de descubrir “la isla prohibida”, ya que es el único país del mundo que no tienen derecho a visitar. Recuerdo un encuentro con un importante cineasta en el cine Chaplin de La Habana y se asombró de ver la modernidad del lugar, la presencia de un Festival de Cine cada año, etc. Ello demuestra hasta qué punto la imagen de Cuba en la sociedad estadounidense no corresponde a la realidad. El mejor antídoto contra ello es desde luego el mensaje cultural, que tocará con todo su vigor y autenticidad al pueblo americano y destruirá los estereotipos.

¿Acaso no habría riesgos en ese acercamiento?

¿Sufriría nuestra identidad? Creo que disponemos de una ventaja. La identidad nacional cubana y la cultura nacional tienen un núcleo de resistencia muy fuerte y, al mismo tiempo, se nutren de aportes exteriores. Somos descendientes de colonos españoles. También somos el fruto de los esclavos de África y la herencia de este terrible genocidio. Tomos también el resultado de la inmigración china, polaca, etc. Cuba es una cultura mestiza capaz de absorberlo todo sin atentar contra su naturaleza profunda.

Entonces, no creo que perdiéramos nuestra identidad con una llegada masiva de turistas americanos. La cultura americana está muy presente en Cuba y nos llega a través del cine, la televisión, la música, y del medio millón de cubanoamericanos que nos visitan cada año. La cultura hegemónica asociada a la globalización nos está afectando y la respuesta es de orden educativo. Hay que consolidar entre nuestra juventud el amor por lo propio, sin caer en el chovinismo cultural. Somos muy orgullosos de lo que hemos realizado como nación, de las novedades que aportamos en términos culturales, pero siempre recordaremos esa famosa frase de José Martí: “Patria es humanidad”. No vemos nuestra realidad como el centro del mundo. Nuestra vocación es universalista, como nos lo enseñaron José Martí y Fidel Castro. Creo que en términos de valores, los americanos sólo podrían enriquecerse con un intercambio fructuoso con los cubanos.

Lo que nos perjudica es la situación actual que es perversa pues nos impide adquirir medicinas para los niños enfermos, con una autoridad que nos acosa constantemente, que persigue a los bancos que tienen relaciones comerciales con nosotros. Todo ello es de una gran crueldad.

¿Cuáles son los obstáculos para una plena normalización de las relaciones entre ambas naciones?

Creo que hay que remontarse al siglo XIX para entender la historia del diferendo que opone Cuba a Estados Unidos. John Quincy Adams elaboró la teoría de la “fruta madura”. Cuba debía gravitar en torno al orbita estadounidense. Para los estrategas del Norte, la isla pertenecía a su zona de influencia. José Martí lo denunció con vigor.

En 1959, Cuba consiguió su independencia y se ha vuelto una gran potencia moral que muestra al mundo que es posible enfrentar el imperialismo. Cuba es un ejemplo de soberanía para América Latina y el mundo. Cuba ha dado prueba de una gran tenacidad en la defensa de sus principios. Pienso que es lo que no nos perdona Estados Unidos. David ha podido resistir a Goliat. Aunque cambiáramos de modelo y adoptáramos el capitalismo salvaje que está destruyendo a la humanidad, no nos perdonarían esta afrenta. Estados Unidos sólo acepta la subordinación. No ha perdido la esperanza de hacer de Cuba una colonia. Fíjese que los pretextos para mantener la hostilidad contra Cuba cambian según las épocas.

En general, Estado Unidos da prueba de pragmatismo en su política exterior y es un rasgo de su idiosincrasia. Pero en el caso de Cuba, esta tradición clásica desaparece a favor de una actitud irracional. Estados Unidos sabe mostrarse grande en algunos aspectos. En cambio, en cuanto a su política contra Cuba, se muestra muy pequeño. Su actitud es realmente poco honorable, pues no se saca ninguna gloria en asediar a un pueblo que jamás ha agredido a Estados Unidos.

Unos dicen que las autoridades cubanas usan las sanciones económicas como excusa para explicar el fracaso del sistema.

¿Por qué entonces no nos quitan esa excusa? ¿Acaso no sería más didáctico hacer eso? ¿Por qué no quitarnos ese pretexto para mostrarle al mundo que nuestro modelo de sociedad es ineficiente?

Ello no quiere decir que no hayamos cometido errores. Esta Revolución la han edificado hombres y mujeres y no es obra divina. Es por definición imperfecta.

A pesar del peso de la historia, ¿está Cuba dispuesta a abrir los brazos a Estados Unidos?

Nuestro presidente Raúl Castro ha afirmado varias veces que estamos dispuestos a dialogar de igual a igual, sobre todos los temas posibles e imaginables, sin atentado a nuestros principios, a nuestra dignidad ni a nuestros derechos. Aceptaremos siempre el diálogo respetuoso entre dos países soberanos.

¿Cuál sería el beneficio para Estados Unidos en caso de cambio de política?

Desde un punto de vista económico, la industria turística estadounidense sería la principal beneficiaria de una normalización de las relaciones entre nuestros dos países. En términos de imagen, ello tendría un impacto muy positivo para Estados Unidos, que saldría de su aislamiento. Para los ciudadanos de Estados Unidos, recuperarían su derecho a viajar a Cuba, a comerciar con la isla. Desde una perspectiva moral, todas las personas dignas que viven en Estados Unidos, y son muchas, se enorgullecerían de un cambio de política hacia Cuba.

¿Cuáles son los desafíos para la Cuba de hoy?

Estamos librando una gran batalla contra la burocracia, que es una plaga para nuestro país y que nos ha causado un daño incalculable. Ello concierne desde luego al campo de la cultura. Veo todos los días cómo esa burocracia, devoradora de energía y recursos, despilfarra los fondos, sin ninguna relación con los procesos culturales. Debemos construir un socialismo más eficiente, más fluido, menos sectario, más audaz, más revolucionario.

Hemos abierto nuestra economía a la empresa privada. En el sector cultural ya existía el trabajo por cuenta propia con los artistas plásticos, que generan patrimonio con sus obras y refuerzan el tejido espiritual de nuestra nación. Tenemos muchos artistas que no son empleados del Estado y no se han convertido en conservadores o reaccionarios. Existe cierto marxismo vulgar, que llegó con los manuales soviéticos, que asocia el trabajo privado a la reacción y que lo cataloga como enemigo del pueblo. En realidad, sucede lo contrario pues el pequeño negocio y la cooperativa refuerzan el socialismo.

Del mismo modo, nuestro Partido Comunista debe abrirse más a la diversidad, al análisis crítico, a la discrepancia y al debate. Debe ser menos dogmático.

Nuestro camino es auténticamente cubano e implica a toda la población. Pero no pretendemos ser un modelo.

¿Cuál sería su mensaje para el pueblo de Estados Unidos?

Hay muchas personas dignas y honestas en Estados Unidos, poco importa la tendencia política. Les pediría más solidaridad lúcida con Cuba para poner término a una política cruel, anacrónica e irracional. Estoy convencido de que muchos americanos se oponen al bloqueo. Quisiera también que el pueblo americano estuviera mejor informado sobre nuestro país pues hay tantas mentiras que circulan sobre Cuba. Estamos asediados económicamente pero también desde un punto de vista mediático. El pueblo cubano y el pueblo americano deben andar juntos en el camino del porvenir.

¿Qué representa Fidel Castro para usted?

Tenía ocho años cuando triunfó la Revolución. Mi padre fue miembro del Movimiento 26 de Julio, discípulo de José Martí y gran admirador de Fidel Castro. Recuerdo los largos discursos de Fidel Castro por televisión. No entendía mucho, pues era muy joven, pero era alguien que cautivaba a la gente.

Recuerdo a Fidel durante la crisis de los misiles y la valentía de la gente. Corríamos el riesgo de ser barridos de la faz de la tierra, pero no había pánico entre la población.

Cuando estaba en la Universidad, lo vi varias veces. Lo conocí personalmente en Casa de las Américas en los años 1970. Había un taller sobre jóvenes escritores y me lo presentó Roberto Fernández Retamar. Recuerdo que Fidel bromeó con Gabriel García Márquez, que estaba con él, y le preguntó: ¿Tú crees que uno de ellos será Premio Nobel algún día?”]

Cuando integré la Unión de Escritores y Artistas de Cuba como presidente, tuve el privilegio excepcional, durante un congreso, de encontrarme con Fidel. Recuerdo que un amigo me había dicho que Fidel nunca se interesaba superficialmente por las cosas y que hacía muchas preguntas. Entonces me preparé y reuní muchos datos sobre los miembros de la UNEAC, por provincias, el número de mujeres, el abanico generacional, etc. Los aprendí de memoria. Al día siguiente, llegué a la reunión con los nervios en punta. Recuerdo su primera pregunta, pues no tenía la respuesta: “¿Cuántos metros cuadrados tiene el patio de la sede de la UNEAC?”. Mi secretario me dio una cifra, evidentemente falsa, y Fidel se echó a reír. Creo que tengo el récord nacional en equivocarme con Fidel, pues siempre le doy datos errados.

Ha sido un gran privilegio, pues encontré a un hombre que tenía una gran visión estratégica con una pasión por el detalle. Es capaz de sintetizar el futuro de la humanidad y al mismo tiempo, evaluar con gran precisión cada detalle.

¿Cuál es la importancia de Fidel Castro para la cultura cubana?

Fidel es un brillante intelectual, un inmenso lector. Retamar me dijo un día que Fidel no leía a José Martí sino que lo respiraba. Hay una gran articulación entre Martí y Fidel, aunque son de dos épocas distintas.

Recuerdo que en 1994, en pleno Periodo Especial, con una crisis económica gravísima, Fidel se reunió con nosotros en la UNEAC y dijo: “Lo primero que hay que salvar es la cultura”. Tenías seis horas de electricidad al día. Fue un momento muy amargo, una época muy difícil desde un punto de vista material. Pero la prioridad era la cultura.

Fidel trazó una política cultural muy distinta del “realismo socialista” de Europa del Este, muy abierta, muy unitaria, con una implicación constante de los artistas de todas las generaciones y de todas las tendencia. Esta política cultural nos salvó pues nuestros enemigos nunca han podido contar con una quinta columna en la intelectualidad cubana. Jamás hubo una oposición intelectual en Cuba a sueldo de Estados Unidos. El pensamiento de Fidel nos ha permitido concebir una política cultura alejada de los dogmas, de las exclusiones, una política cultural de vanguardia. Fidel siempre se alió a la vanguardia intelectual de nuestro país, a la vanguardia artística de nuestra nación. También hizo que esa vanguardia trabajara a favor de la inclusión del pueblo en la cultura. No se trataba de una alianza elitista, sino de una alianza integradora. Para Fidel, la cultura es esencial para transformar a la gente, para la emancipación humana. Fidel decía mucho lo siguiente: “Sin cultura, no hay libertad posible”.

Texto tomado del blog: https://montesinos2010blog.wordpress.com

**Doctor en Estudios Ibéricos y Latinoamericanos de la Universidad Paris Sorbonne-Paris IV, Salim Lamrani es profesor titular de la Universidad de La Reunión y periodista, especialista de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Su último libro se titula Cuba, the Media, and the Challenge of Impartiality, New York, Monthly Review Press, 2014, con un prólogo de Eduardo Galeano.

Desde el 11-S EE.UU. se implicó en 5 guerras y todas acabaron en desastre

U.S. Army / Flickr

U.S. Army / Flickr

Después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, EE.UU. ha participado en cinco desastrosos conflictos y en todos ellos ha perdido la guerra, sin embargo, ha sumido en el caos a las naciones en las que ha intervenido, señala la organización Global Research.

Existen tres posibles razones del por qué Washington está ‘perdiendo’ sus guerras: El caos es intencional como forma de cambiar gobiernos y luego tomar el control de sus recursos energéticos; se trata de un signo de decadencia del imperio estadounidense o es que a los responsables no les importa la victoria y solo se centran en objetivos a corto plazo, considerala organización.

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Desde el 2001, EE.UU. ha derrocado gobiernos en Irak, Afganistán y Libia. En la actualidad estos países se encuentran sumidos en el caos bajo control de movimientos extremistas como el Estado Islámico o Al Qaeda. En Irak, el EI se ha apoderado de gran parte del territorio de ese país, y como consecuencia la nación se está dividiendo en tres estados mientras que el cristianismo corre el peligro de desaparecer.

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Una de las grandes perversidades de la así llamada ‘guerra contra el terrorismo’ impulsada por EE.UU., es que los movimientos fundamentalistas han florecido como consecuencia directa de la política norteamericana. No es de extrañar que los gobiernos y medios de comunicación occidentales que elogiaron el éxito de esas intervenciones ahora estén en silencio, porque esto es consecuencia de sus guerras y son ellos quienes tienen que asumir la responsabilidad.

En Afganistán la producción de opio está en su punto más alto bajo la ocupación estadounidense, mientras que en Siria, Washington ha ayudado arduamente a los rebeldes islámicos en un intento por derrocar a Bashar al Assad, y como resultado el Estado Islámico se ha hecho con el control de un tercio del territorio sirio. EE.UU. también se implicó en el golpe de Estado en Ucrania, respaldando financiera y militarmente a los neonazis que han sumido al país en el caos y extremismo, concluye Global Research.

(Tomado de RT)